Publicado en El Pais, 26 de Septiembre 2020.
Mucha gente se ha dado cuenta antes y desde la cuarentena que la vida sin un entorno saludable no es sostenible. Pero ¿qué entorno? El entorno incluye el medio ambiente y a nuestra sociedad; es decir su estructura en cuestiones culturales, de alimentación y de existencia. Nuestros países siguen viendo al cemento como una forma de desarrollo. No tener jardín era una fuente de ingresos (para tiendas, habitaciones para alquilar, etc.), comprar nuestra comida era sinónimo de estar ocupado ganando dinero y no tener árboles en las aceras estaba bien porque las aceras se mantenían limpias.
En la cuarentena, muchos han notado que una casa sin patio era un infierno. Que las plantas de un pequeño jardín podían llevarse el estrés del encierro y dar la confianza de que, en la necesidad, se podría cultivar algunas verduras y frutas. Para las personas que no tienen patio, se ha podido notar lo importante que es contar con un área verde en el barrio (parque o plazuela) donde poder ir a sentarse o caminar en la soledad con el verde alrededor.
Varios estudios han demostrado que la presencia de los árboles en una ciudad mejora el ánimo, la salud mental, la inteligencia cognitiva, y son una terapia para los niños con atención dispersa, para la depresión de los jóvenes y para la hipertensión de los adultos. El COVID-19 y las medidas de distanciamiento tendrán que seguir hasta la existencia de una vacuna. Es entonces una buena oportunidad para empujar a los gobiernos y municipios a sacar el cemento y reemplazarlo por árboles (no flores ni arbustos porque en las ciudades con mucho sol no protegen contra la erosión del terreno como lo hacen los árboles). Los árboles también motivan la actividad física y al reconocimiento del valor de la naturaleza en nuestra alimentación.
No sabemos si tendremos otro virus que alguna vez nos lleve a una cuarentena. Sin embargo, ahora es el momento de preparar nuestro entorno para mantener una vida saludable física y mental.
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